en los que siempre velan y se sientan a ocupar las normas de la memoria.
Quien conoce las horas de escenas miradas trémulas de compases abiertos al infinito,
poblando el vacío y pariendo imitaciones desde el resurgimiento ya mostrado.
El transcurso del tejer horas se vuelven casas oscuras que nos invitan a sus despojos,
nos llaman con murmullos de lumbre en el hueco espacio anónimo que espera el relato
llamado ruina del reflejo ya extinguido de la voz sellada.
La liturgia consistía en hacer reflejar el espejo de piedra que nos devuelva enteros.
Aurora López Castaño
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