lunes, 13 de febrero de 2012

Siempre me obligo a buscarte, le debo a la vida ser tuya.


Como principio,
(... me lo debo a mí misma como susurro de semillas para tener la posibilidad de ser,
siendo testimonio vertido en el pliegue de lo naciente, siendo el blanco fusionado del todo,
lo erguido, lo que brota fuera de sí, el totem, la espuma del milagro.
En el esparcirse del sórdido estruendo del sentirte, ahí seré tuya, en el hueco que me permitas serlo.
En la ley intocable de ser piedra, en el tocar la duda, en el merendar lágrimas a la tarde,
en el calendario humano y su reconcilio en la metamorfosis, siempre seré ahí.)



Y ahora sí, me destino a lamer las heridas...

Surgió que al recoger la tierra busqué incansable la razón que pisamos, la herida de ser, siendo reconcilio doloroso...
Ahora, un eco invertido en el pensamiento viene a salvarnos, la voz que satisface el halago.
El misterio radica en el descifrar de futuros óvulos hirvientes en la cólera de la espera.
Esto también es herida de lo futuro protegido, porque los animales lamen en el pedir de un llévame.

Lamer es un acto sagrado deconstruyendo nuestra biografía.

Las heridas lo que dejamos entrever del descamino en la esperanza de encontrar el esbozo de una cura.






                                                             Aurora López Castaño

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