domingo, 4 de diciembre de 2011

Salvemos las piezas que consideremos maravillosas.

De noche, en la inmensa oscuridad, enfrentarnos a la muerte nos desnuda el alma.
Nadie alrededor, parados y contemplando un lugar donde no hay nada y nada podemos esperar, nos sentamos a escuchar, seguros al vacío, nadie puede herirnos, ni siquiera sentimos ya miedo de ser heridos, pero sí tememos estar solos, en la soledad absoluta. El infierno que hallamos en la ausencia de otros, el verdadero infierno de fracasar en la huella de nosotros en otros.
Un vínculo de intercambio, un pensamiento en el recorrido del miedo en la sensacion que sentimos al creer que hemos conquistado algo, cuando no hemos ganado nada nuevo. Vacío expresado en la ira, cuando sentimos la pérdida, este malgastar nuestra vida, este perder inútilmente el tiempo.  Consecuencia: un fallo de poder en el pasado.
Persiguiendo tal misterio de dolor y recuerdo, buscamos desesperadamente un hechizo, un proceso intiutivo, ya que el sueño no es suficiente porque paraliza, ciega, con el hechizo viajamos a la tierra donde surge la vida, todo lo que nos rodea, donde nunca nos saciamos, si lo hiciéramos nos pararíamos a desasar contentos.  
Reflexión hacia "nuestro hábitat"
Aquello que sentimos y aquello que protegemos, todos los estados del ser, percibir, hacer, el derrame, el flujo, el chorreo, el rezumado, la colocación, el endurecimiento, la coagulación, el derretirse, el expandirse, el contraerse, y los aspectos voluntarios como escaparse, avanzar, reunir, dejar ir...
Louise Bourgeois.

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