sábado, 11 de enero de 2014

El sexo y el espando. Pascal Quignard


"Llevamos en nosotros el desconcierto de haber sido concebidos"

"el desconocimiento de haber sido concebidos... y nunca podemos ver esa cosa que se mira a la vez... Venimos de una escena en la que no estábamos. El hombre es aquel a quien le falta una imagen... es una mirada deseante que busca una imagen detrás de todo lo que ve". No vemos su imagen, que nos obsesiona, que es para su autor, cada vez más fascinado por el origen, lo fundamental, como el sexo que lo origina, y así lo hacemos visible en la literatura, los cuadros y las imágenes, pero su invisibilidad produce espanto, aunque no fue así, pues hubo un seísmo entre las culturas griega y latina, cuyo cruce fue como un choque de placas continentales que aquí describe el autor como un cruce entre el erotismo alegre y preciso de los griegos y la melancolía aterrada que llegó con la Roma de Augusto (entre el 18 antes de Cristo al 14 de después, treinta años precisos que descolocaron el sexo en el mundo). Aunque parezca un canto griego, lo que hace Quignard aquí es un canto elegiaco a la cultura romana, que describe en historias, mitos y leyendas. ¿Cómo separar entonces el sexo del espanto, que están juntos en nuestro propio origen? Van unidos como la carne, la piel y los huesos, claro está. ¿Cómo decir que por su escritura, su cultura y su pensamiento estamos ante un gran libro de verdad, como si nos hubiera sido extraído y rescatado de entre las lejanas cenizas de un volcán todavía sin apagar, pues aquí estamos?

El País 

                                             
                                                Narciso. Fotografía, Aurora López Castaño

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